Casuística de los escritores unidimensionales, o: de la casi infructuosa distinción entre estilo y contenido.

¿Cómo encontrar la manera en que el estilo se acomode al contenido en la escritura, sin que ninguna de las dimensiones reniegue de su contraparte? Conozco el caso, por ejemplo, de un muchacho que intentó escribir personajes inteligentes. Tan inteligentes los intentó escribir que ocurrió que estos comenzaron a renegar de lo que el muchacho les quería hacer decir. Sucedió que estos personajes empezaron a escribir a su escritor. Peleándole, diciéndole al oído “no, no y no. Fíjese que yo no diría tal cosa. Más bien diría esta otra…” y así. El muchacho se prometió nunca más intentar escribir este tipo de personajes, reñidores de carácter. Su estilo era más bien seco, pero sus personajes empezaron a terciar por un mayor protagonismo de ciertas formas ampulosas y florituras marginales. Al final el asunto entre escritor y personajes terminó con una huelga de sus personajes, quienes comenzaron a actuar tontamente. El escritor terco siguió adelante con su escritura. El resultado fue un texto desfachatado, bastante incómodo y con problemas de convivencia.

Conozco el caso también de una joven escritora que queriendo hacer una pequeña novela de época —argentina del siglo XIX creo que era— y sabiéndose ignorante de tal época, optó por abarrotar sus páginas de descripciones espaciales y de objetos de aquel tiempo. Se empeñó en un estilo tan objetivo, que su novela terminó pareciéndose a un catálogo de subastas especializado. Y como los objetos no piensan, ni se mueven por sí solos, ni mucho menos hablan, la novelita terminó siendo un conjunto amuchado de cosas juntando polvo y pelusas en habitaciones vacías de personas. Sin olvidar ella las vestimentas, ocurrió que no teniendo personajes y personajas que las cargaran, las mismas, sin fuerzas para abrir una cómoda, o poner en uso unos cuchillos y tenedores, decidieron guardarse bien dobladitas en un armario. Al final, lo que quedó del escrito pudo leerse de la siguiente manera: “En una habitación así y asá, donde había tal y cual cosa, que se encontraban dispuestas por allá y acullá, ocurrió que no ocurrió nada.”.

Tengo por caso el de un viejete poco espontáneo que renegaba con la polisemia del lenguaje. Un señor que decía y se desdecía constantemente. “Un pasito pa’lante y otro pa’tras” como dice la canción. Se decidió a escribir algo en clave de humor, pero temiendo la confusión del lector, explicaba todos sus chistes y agudezas. Era un viejete muy grave y deseaba ser tomado en serio; deseaba que lo lean con el semblante de un mateador atribulado. Su intento de humor fue lamentable porque abundaba en su búsqueda de claridad. Era un tartamudo contando un chiste de “mamá, mamá”. Le tomaba unas páginas escribir algo gracioso y unas cuantas más deshilvanar la gracia para que no haya lugar a dudas. Si se lo escuchaba hablar —y a menudo uno escribe como habla— introducía sus intentos de hacer reír diciendo: “atención que voy a contar un chiste”.

A lo escrito con anterioridad inmediata se le opone una circunstancia antinómica. Es el caso de quienes en demasía se revuelcan en el humor. O se tropiezan una y otra vez con él. Es una posición cómoda pero peligrosa la del humorista recalcitrante. Más aún, a menudo cómoda en la incomodidad. Suelen ser escritores de las alturas porque el humor lo sobrevuela todo, a veces sin nunca aterrizar. El humor sirve pa’ que duela menos, pero a veces hace que nunca deje de doler. Se ríe de la caída porque anda a paso suelto y despreocupado. Conocí a un hombre que se reía de todo y su escritura poco más hacía uso de otro recurso que el monosílabo “ja, ja, ja”. Le pregunté: “oiga usted, que se ríe a mandíbula desencajada ¿acaso no sabe llorar?” Me confesó que en su risa, en su respuesta orgánica al humor, a menudo oía un llanto. Y en oyendo esta terrible semejanza, se mandaba al silencio. Me presentó una vez un borrador suyo y lo que pude leer fue lo siguiente: “Ja, ja, ja, ja, jua, jua, jua, jjjjjj, jjjjj, ¡mua! ¡muaaaaaa! ¡muaaaa! Ja, ja, ja, mmmmm, mmmaaa, ¡mamáaaaaaa! ¡mamáaaaaaaa!

A riesgo de aburrir o cansar al lector —y aprovecho la oportunidad que me es servida para mencionar otro caso de  deformación unidimensional: se trata del escritor que tiene siempre presente en su escritura a un lector virtual—, detendré la enunciación de casos aquí. Enumeración que si de un criterio de exhaustividad se tratase, cumpliría con su propósito, pero de una manera accidentada en cuanto exhaustaría antes al lector que los ejemplos.

Todos estos escritores y escritoras he sido y son yo.

La escueta pregunta que principió este texto fue un esfuerzo por desentrañar en qué consiste la armonía y consistencia de un texto literario. La armonía sugiere que no hay espacio para la unidimensionalidad. Una escritura unidimensional puede serlo en varias direcciones, como los casos esbozados se encargan de apuntar. Puede ser una escritura del género; una escritura del arquetipo (pecado que un poco he cometido en el presente texto); una escritura con un claro protagonista. Una literatura del plan “A” también cabría agregar en este conjunto.

Por supuesto que la distinción entre contenido y estilo es una diferenciación momentánea, puesto que en la manifestación material y en la ejecución, ellos dos aparecen juntos e inseparables. La distinción es la división momentánea de dos imanes en un espacio reducido que a fuerza de unas manos entrometidas son separados para volverse a juntar en cuanto dichas manos desaparecen. Contenido y estilo es el amor estrujado en abrazos de una pareja en una cama. Inclusive se hace difícil, si no imposible, pensar si hay alguno que comande al otro y por ello, uno de los dos sea consecuente del otro. Digamos que estilo y contenido es un vehículo de doble volante, o timón; por tierra, agua y aire la escritura vive y se traslada.

Insistiendo en que es posible hacer una distinción, a menudo me encuentro bajo la impresión que cuando leo contenido leo algo y cuando leo estilo leo a alguien. Quizás la diferenciación entre algo y alguien venga de la diferencia entre objeto y sujeto, y la mayor manipulabilidad que existe sobre el primero y la menor sobre el segundo. Si de una metáfora del mundo físico se tratara, diría que la manipulabilidad del objeto remite a unas manos asiendo un sólido, y la del sujeto —o el estilo— a un líquido que se escurre por entre los dedos transpirando por las porosidades del tejido que es la piel. El mundo del contenido, o del objeto, es preexistente al del sujeto, mientras que el mundo de este último, o del estilo, nace con el nacimiento y muere con la muerte. La manifestación metafórica, —visual y táctil— que di sobre el objeto más arriba —o que di más abajo, según se tenga la concepción de que la escritura se construye desde lo bajo hacia lo alto o viceversa—; aquella metáfora sobre las manos asiendo un sólido fue hecha también en vistas a pensar la transferibilidad de un cuerpo solido de una persona a otra. Como si de un juego de pasar la pelota en una ronda se tratara; rastrear esta última es mucho más sencillo y palpable que si de rastrear el líquido (o el estilo) fuera. El contenido, como aquello que preexiste al sujeto es mucho más verificable en su genealogía y orígenes que aquel mundo del estilo que nace y muere en el espacio de una vida. Estilo y contenido son coetáneos mas no contemporáneos. Como el contenido en cierto sentido por su carácter de pre existencia tiene una maduración previa a su contraparte, esta última debe a menudo luchar por la maduración y el alcance de aquella. A riesgo de confundir (me y le), es preciso señalar que la relación que indico, es una relación de antecedente cronológico; mas no de antecedente y consecuente. Porque como he señalado con anterioridad, en su existencia verificable, ellos dos son coetáneos y no existen el uno sin el otro. Son soportes de soportes. Aunque pueda ocurrir, como mostré en el catálogo de casos, que entre ellos no se soporten y renieguen de su adyacente. Contenido y estilo no existen sin el otro por la sencilla razón de que no existe objeto sin dirección y no existe dirección sin objeto.

A riesgo de agregar más de la cuenta —la adición se transforma en sustracción en cuanto transgrede los límites prudentes de la necesidad— lo dejemos aquí. Contenido y estilo es una adición de dos términos: en donde contenido es 1 y estilo es 1, y 1 + 1 = 1.

Texto al viejo

Ayer tuve la oportunidad de ver un Rembrandt, un Dalí y un par de Diego Riveras. Me siento afortunado. También tuve la oportunidad de descubrir algunas y algunos sensibilísimos artistas. Georgia o’keeffe entre ellos. Si te haces un tiempito, empecinadamente te, y les, recomiendo ver algo de ella en Google imágenes. Mi estadía en el museo me ha confirmado y reafirmado algunos de mis grandes temores, que tienen que ver con: El declive de lo espiritual y la cultura en el individuo, la concepción del tiempo capitalista actual, y como ella se traspola a cualquier ámbito independientemente de que ese ámbito tenga que ver con esa dinámica de tiempo, o acaso de cómo se subyuga a distintos ámbitos a esta dinámica tan vertiginosa y acelerada; y hago este ajuste de tuercas para no quedarme con el matiz impersonal del «traspolar», como si las concepciones de tiempo se «traspolaran» y fluctuaran por sí mismas, sin intervención de un sujeto actor. Pero en fin, esto no es nada nuevo ni para vos, ni para mí.

Ni silencio ni tranquilidad vas a poder encontrar en un museo de Estados Unidos. Porque allí donde yo veo un cuadro al cual mirar, sentarme y pensar acerca de él, ellos ven un cuadro de muchos otros.Un cuadro de un museo, que también hay muchos otros. Porque allí donde yo veo un cuadro al cual abrazar y que me abrace, ellos ven un cuadro parte de un museo del cual poder decir: Sí! Yo visité tal o cual museo; que en veinte minutos lo recorrí todo, pero lo visité, ¿no?
Como si se tratara de tener una listita de tareas (esas que los yankees tanto adoran) e ir tildando todos los ítems que la componen. Visitar el museo de artes modernas, tildado. Visitar el museo aeroespacial, tildado. Y así con lo que se te ocurra…
Y no te miento cuando te digo que he visto gente atender llamadas telefónicas en el museo y hablar aireadamente como si nada, dando a conocer su ignorancia con un eufórico: «hey! Whats up man?». (porque nótese que no es una falta de respeto, en tanto el que falta el respeto lo hace a sabiendas).
Pero de eso se trata acá… De aparecer y llamar la atención del resto, porque todos acá tienen algo para decir. Todos acá quieren decir, pero no tienen en cuenta que el decir, debe ser presidido por un pensar.
Acá se trata de hacer… Hacer la mayor cantidad de cosas al mismo tiempo, porque parece que los lapsos acá corren aprisa.
Y así es como me puedo encontrar mirando un árbol y de repente interrumpido, interpelado por un hombre que en su mano derecha tiene su último modelo iphone, en su izquierda un burrito californiano, sus pantalones bajos y con su pie derecho masturbándose y sin detenerse a tragar, esa amalgama de carne, cilantro y queso a la vista, decirme: What are you doing man? Y ante mi silencio, irse balbuceando: «what a crazy guy!».
Así es esta cultura (y prontamente todas), onanista y hedonista. Pero un hedonismo desprovisto de toda responsabilidad y elegancia. Un hedonismo grotesco, enraizado en los impulsos mas animales posibles. Comer, culiar y distraerse para no pensar. Comer y mientras uno espera a tener hambre, ir de compras, a la salida volver a comer y checkear las ultimas actualizaciones en las redes sociales. Y luego comer de nuevo.
La sociedad americana es una sociedad escapista, que paradójicamente escapa a morderse la cola cerciorándose de hacer algo constantemente.Siguiendo este ciclo que diagramé mas arriba. Porque cuando se rompe este ciclo, cuando dejan de comer (en realidad no comen, gulean angurrientamente), porque cuando dejan de comprar (en realidad no compran, acumulan y destruyen, y así sucesivamente), porque cuando dejan de compartir tiempo con sus amigos (en realidad no comparten tiempo con sus amigos, se distraen viendo lo que sus amigos «hacen» en las redes sociales), porque cuando dejan de tener sexo (en realidad no tienen sexo, se masturban entre cuatro paredes, pavorosos de su propia sexualidad, y mucho más de las ajenas, censurando todo aquello que pueda parecer remotamente sexual), cuando se ven desprovistos de todo eso, se encuentran solos. Solos con sus pensamientos. Y vaya tabú es para la sociedad americana la soledad. Y mucho mas cuando la soledad acarrea consigo misma «el pensar».
Hoy, uno de los últimos bastiones que teníamos que resguardecer del capitalismo, está manchado. Prontamente lo estará también la naturaleza (el último).
Y sabrá usted disculpar la extensión de este texto, pero hace poco empecé un tomo de cartas escogidas de Herman Hesse, y he estado cautivado por la relación epistolar. Quizás por ser algo remoto, y mi desencanto con los tiempos que corren. Que corren y nos recorren. Quizás por ser algo tan lejano a la inmediatez que signa nuestro tiempo.
Ni Dalí, ni Rembrandt, ni Diego Rivera me abrazaron. Yo solo me encontraba pensando en todo este meollo, y engatuzando con la mirada a alguna que otra bella damita, cosa que hago todo el tiempo, pero poca gente lo sabe.
Los extraño un poquitito, quizá para su sorpresa, pero aun mas para la mía.
Les mando un abrazo y espero se encuentren bien.

Dancer in the dark; lectura

Son dos las cuestiones que tengo para acotar acerca de ésta (muy disfrutable en mi experiencia), película.

La primera de ellas tiene que ver con cómo Lars Von Trier retrata el sentimiento de privacidad o de intimidad de la protagonista Selma, llevada a la actuación por Björk.

La escena a la cuál refiero, es una en la cual Selma, se dispone a juntar y guardar, junto al resto de su dinero ahorrado, la paga del día.

El escondrijo en dónde cualquier unidad familiar guarda su dinero, representa un tema íntimo por antonomasia. No es un tópico de conversación que se suela compartir con la gente ajena a la familia. Inclusive dentro de la familia puede (y las suele) haber censuras u ocultamientos de los padres hacia los hijos respecto de dónde guardan el dinero. En éste caso la unidad familiar está compuesta por Selma (madre) y Gene (su hijo). Hijo quien, no sabe acerca del lugar que ocupan éstos ahorros, ni de los ahorros en sí.

Somos partícipes de la intimidad de Selma y asistimos a la misma, a través del uso de cámara prescripto para esta escena. Uso de cámara que se caracteriza por enfocar bien de cerca tanto a Selma, como a la acción que desarrolla; guardar el dinero. La cercanía a los cuerpos, en las relaciones humanas, implican (por lo general), una relación de intimidad entre las personas. La intimidad de Selma a la que estamos asistiendo, es reforzada por dos mecanismos, siendo el primero de ellos, el ver esa escena propiamente dicha, además de cómo la escena está ejecutada, creando ésta cercanía propia de la intimidad entre espectador y personaje.

Pero, no es sólo el dinero guardado en sí la total parte de la intimidad de Selma, sino también, la razón por la cual lo guarda. Razón que se explicita en la siguiente escena, que tiene como partícipe a Selma y Bill. Escena en donde ámbos personajes intercambian secretos entre ellos, en el caso de Selma, el motor del ahorro que está llevando a cabo hace tiempo, pagarle una operación ocular a su hijo Gene. La intimidad a la cuál asistíamos antes, al ver a Selma guardar su dinero, se ve así reforzada, sabiendo la razón de su ahorro, sabiendo el secreto que ella guarda. Proliferan los primeros planos, al igual que en la escena anterior.

Además de los elementos anteriormente mencionados, el hecho de que el equipo detrás de éste Kino haya optado por un tipo de filmación cámara en mano, en vez de fija, aporta a éste vínculo de intimidad entre personaje y espectador. En tanto el punto de vista desde donde se nos muestra las vicisitudes de la vida de Selma, es el punto de vista de un humano… Como nosotros.

 

La segunda cuestión que quería comentar está relacionada con la escena final de la película, y la escena que mencioné anteriormente, en donde Selma y Bill se comparten sus secretos. Una vez ya habiendo compartido sus secretos entre sí, la conversación se amaina cuando Selma con su siempre a flor de piel inocencia, le cuenta a Bill, una simpática historia que se remonta a su niñez en Checoslovaquia, en dónde ella se iba del cine antes de que el musical termine, para así poder seguir fantaseando con él, y no darle un punto final. Selma menciona cómo en todos los finales de los musicales, “la cámara se va hacia arriba” y uno sabe que se va a terminar la película.

Dancer in the dark, en cuanto a su final, no es un musical diferente de los que comentaba Selma que veía en su niñez. Asistimos finalmente a un momento en donde la protagonista está a punto de ser ejecutada, un momento de creciente construcción de tensión, hasta que la misma es liberada, con Selma ejecutada. Selma canta: “ésta no es la última canción”. Sin embargo la ejecución se encarga de mostrarnos lo contrario. Es la útlima canción… Por lo menos lo es para Selma. Hay ciertos finales de los cuales no nos podemos escapar como lo hacía Selma del cine. Hay ciertos finales ineluctables. La muerte es uno de ellos. La película termina así, con el “clásico” final de los musicales que la protagonista comentaba. Primero con lo que podría ser analogado a cuando se cierran las cortinas del teatro en el momento en que termina la obra, así como (ahora sí específicamente respecto a lo que Selma decía anteriormente), cuando la cámara se va hacia arriba, para perder de vista a los (en éste caso la) personaje que queda de esta historia, y fundirse en negro.

 

vieja concheta

Soy de sacar a  pasear a mi perro a una plaza cerca de mi casa seguido, trato de que sea todos los días.

Mi perro es de tamaño mediano.

He notado que con frecuencia, gente paseando perros pequeños (casi siempre de la correa, no los dejan sin ella), se acobardan ante el acercamiento de un perro de mayor tamaño.

Nótese que son sus paseadores quienes se acobardan, y no los paseados.

Mi primer acercamiento ante éste fenómeno es que, lógicamente, aquellos quienes estaban en compañía de perros chicos, sólo estaban intentando cuidarlos del peligro que pueda representar una pelea entre un pequeño y un mediano o gran perro.

Mi primer acercamiento fue que: la cobardía del paseador era causada por el “peligro” que podía ocasionar una trifulca con un can de mayor tamaño para el minúsculo perro.

Fue cuando me di cuenta que ésta gente tenía una tendencia a victimizarse, ofenderse, incluso, enojarse con los paseadores de perros de tamaño intermedio o considerable, que “irresponsablemente” dejan sin cadenas a sus perros, que cambié de perspectiva el acercamiento al fenómeno.

¿Y si ésta tendencia a atemorizarse, fue lo que desde un principio, hizo que la gente eligiera tener un perro pequeño?

Una excusa para victimizarse.

Así que recuerde, la próxima vez que una vieja concheta, se ofenda y le reclame una disculpa por la insensatez de  dejar sin correa a un perro inofensivo, y la brutalidad de su perro que sólo quiere jugar, no le de con el gusto de pedir perdón, mándela a la mierda.

planteos

planteo 1: No tengo tiempo… Cuantas veces me habré escuchado decirles… decirles y decirme: ¡No tengo tiempo!

Siempre pateando la pelota al corner…

¿Me falta el tiempo? ¿O me falto yo?

planteo 2: ¿Cómo operan nuestros deseos? Sueños, aspiraciones, proyectos, ideas. En suma aquella amalgama desordenada que habita nuestro pasar.

¿Será que no hay tiempo? ¿O será que no nos atrevemos a manchar los sueños (tan impolutos ellos, tan perfectos… ¡Embusteros!) en el barro?

El sueño como ilusión de algo que podría ser.

planteo 3: Eso es un contrafáctico dijo un señor delgado, calvo, con aires de grandeza y soberbia, sin embargo: con rodillas convexas.

continuación planteo 2: Si la idea de perfección puede habitarnos… ¿Será que no la queremos fuera nuestro? No existe fuera nuestro… O será quizás que tenemos a nuestros deseos  como aquella máxima a la cual nos mentimos que perseguimos sin embargo nos alejamos cada vez más.

Un cabo suelto siempre nos da razones para seguir con vida… Pero cuántos cabos sueltos nos hemos dejado algunos.

planteo 4: ¡Cobardes! ¡Cobardes, sois todos unos cobardes!

planteo 5: La perfección es de cobardes

planteos.